PUEBLO MINERO

 


PUEBLO MINERO

He nacido y me he criado

en un poblado minero,

y he trabajado en la mina

algún tiempo como obrero.


Yo conozco la fatiga

por las que el minero pasa,

y conozco el sacrificio

de sus mujeres en la casa.


Eran tiempos muy difíciles

muy difíciles de pasar,

y la vida era dura,

más dura que el mineral.


Trabajábamos a turno,

o mejor dicho a relevo,

y había que estar a la hora

con todos los compañeros.


Antes de llegar al pozo

había que pasar primero,

por delante de un cuartelillo

donde estaban los listeros.


Luego se entraba en la jaula

para bajar a la mina,

y a la jaula íbamos todos

como en latas de sardina.


Al llegar al piso catorce

íbamos por la “Real”

hasta llegar al cuartillo

donde estaba el capataz.


El capataz allí hacía

el reparto con destreza,

y cada uno se iba

a su tajo sin pereza.


“Tu te vas a la segunda faja,

tu a la tercera cero

y tu ve vas al aula

del guarda del puntacero,

te llevas rodo y espuerta

y vas allanando relleno.

Tu te vas de quita chinos

con esos tres cargadores,

y ustedes dos, de peones

con los entibadores.

Los maquinistas a sus pilas

pues no hay modificaciones,

y los trolistas a sus trolis

para acarrear vagones.

Este que queda de pico,

que vaya directamente

a ayudar al electricista

que va a meter la corriente”.


Cuando el capataz comprende

que todos están en el tajo

los visita uno por uno

a ver como va el trabajo.


Después de las ocho horas

de ese trabajo tan duro,

cada uno se va a su casa

para estar junto a los suyos.


Las mujeres le reciben

a todos con alegría

y les van dando las cuentas

de lo gastado ese día.


Y casi todos contestan

a ellas en el mismo tono,

a mí me ponen las cuentas

la cabeza como un bombo.


Ellas le hablan de los niños,

que necesitan ropita,

van creciendo y la que tienen

se les ha quedado chica.


“Que ahora viene la Velada

ya habrá que comprarles algo;

yo también lo necesito,

pues con lo viejo no salgo”.


Y ellos, aunque sin querer,

se meten a dar su opinión;

les dicen: “tu no te apures

que eso tiene solución”.


“Se compra lo que haga falta

donde nos lo den fiado,

con la paga extraordinaria

lo pagamos, y arreglado,

y se quedan tan contentos

con todo solucionado.


Comparto estas ilusiones,

comparto el procedimiento

porque creo que es un forma

de que ellos están contentos.


Hay cuatro cosas que ellos

no las cambian por nada:

Santa Bárbara, La Pascua,

Nochebuena y la Velada.


La Velada es una fiesta

clásica de los mineros

donde, aunque no lo tengan,

ellos gastan su dinero.


El baile de la Caseta

dura hasta por la mañana,

y se culmina la fiesta

con la clásica Diana.


Luego están los “cacharritos”

donde, con todo cariño,

loa abuelos se entretienen

viendo montarse a los niños.


Nochebuena se celebra

en ambiente familiar;

cada uno con los suyos

la suelen conmemorar.


Para combatir el frio

se encienden grandes braseros

y se cantan villancicos

del tiempo de los abuelos.

Antiguamente se hacían

Rosas, tortas y buñuelos.


La Pascua es una explosión

de entusiasmo y alegría,

que se celebra en el campo

y que dura todo el día.


El ambiente que se vive

es un ambiente muy sano,

comparten vino y comida

todo el mundo como hermanos.


Cuando la tarde decae,

se regresa hacia el poblado

cansados y un poco tristes

porque la fiesta ha acabado.


En el camino cantamos

con una gran emoción

la copla que a los mineros

nos gusta en esta ocasión:


“Ya venimos de la Pascua

con los canastos vacíos,

los hombres medio borrachos

y los chiquillos dormidos”.


Santa Bárbara es la fiesta

en la que con devoción,

los mineros a su patrona

la sacan en procesión.


Gritan hasta enronquecer

las voces de sus gargantas,

con todo fervor gritando

vivas de amor a la Santa.


Y como no, de petardos

cohete y dinamita

se produce un tiroteo

de esos de que “Dios tirita”.


Después de la procesión,

que dura la tarde entera,

se le da a la Santa

la vuelta a la carretera.


Se meten con sus mujeres

y sus niños en el casino,

y se toman unas tapas

con unos vasos de vino.


He hablado de cuatro fiestas

que celebran los mineros,

pero no puedo dejar

de hablar de los gurumelos.


El gurumelos no es

una fiesta programada,

no es como la Nochebuena,

la Pascua o la Velada.


Desde tiempos muy antiguos

se buscan los gurumelos,

es la cultura heredada

de nuestros padres y abuelos.


Desde el otoño ya estamos

pendientes del “tío del tiempo”

para saber si será

seco o lluvioso el invierno.


Todos estamos convencidos

de que, si llueve en enero,

y el otoño ha sido bueno,

habrá muchos gurumelos.


Algunos años los hay

aún antes de Nochebuena,

eso no quiere decir

que la cosecha sea buena.


Para todos es un orgullo

cuando llenamos la cesta,

llegar cuanto antes a casa

para celebrar la fiesta.


No se le da un gurumelo

a nadie por el camino,

pues la cesta ha de llegar

intacta hasta su destino.


Luego en casa la mujer

hace lo que le parece,

le da algunos a los vecinos

para que también los prueben.


Los mejores para el hijo

que se encuentra en el Servicio,

y no los puede buscar

porque no le dan permiso.


Se hace una buena tortilla

de huevos y gurumelos,

y la mujer se la lleva

para que los pruebe el abuelo.


Cuando se pasa la época

no te queda otro camino,

para entretenerte en algo

que meterte en el casino.


Y así se pasan los días

y los meses y los años,

pero hoy gracias a Dios

no se vive como antaño.


No quisiera terminar

sin cantar una canción

que, como comprenderán,

esa es nuestro CAMPEÓN.

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