LA HERENCIA


 

LA HERENCIA

Sus mayores le dejaron

por herencia sólo un huerto,

y de trabajar en él

el pobre está medio muerto.


Al principio se sentía

satisfecho y muy contento,

pues cogía mucho tomates,

calabazas y pimientos.


Cogía ciruelas y nueces,

manzanas y algunas peras

y también brevas e higos

que le daban las higueras.


Todo eso era el fruto

del trabajo que él hacía,

pues con la azada en la mano

se llevaba todo el día.


Para regar la hortaliza

tenía que sufrir un mundo,

pues el agua la sacaba

de un pozo estrecho y profundo.


Acarrear el estiércol y

hacer surcos con la azada

para sembrar las patatas

cuando era la temporada.


Echar una torta de barro

para proteger el chozo

y los zarzales del baldo

rozar con un calabozo.


Preparar los semilleros

para obtener los plantones

de lechugas y de acelgas,

de coles y coliflores.


Y dos mil ocupaciones

que en un huerto se presentan

y que te hacen trabajar

siempre más de la cuenta.


Y de tanto trabajar

el hombre se iba cansando

y se iba dando cuenta

de que estaba adelgazando.


Él pesaba ochenta kilos

cuando recibió la herencia

y ahora pesa unos sesenta

y eso es mucha diferencia.


Algunos de sus amigos

le preguntan extrañados

la causa por la que él

está mucho más delgado.


Él no sabe contestar

pero tiene decidido

abandonar "el fregado"

en que se encuentra metido.


El huerto da mucho fruto

pero a base de trabajo

y él no se encuentra conforme

en coger la cuesta abajo.


Antes no creía en refranes

pero ahora tiene por cierto

ese que es tan popular:

"Si te quieres ver muerto,

cómprate un huerto".


Comentarios

Entradas populares de este blog

EL GURUMELERO

Mi pueblo, mis amigos

La Zarza