ARAGONÉS

 


ARAGONÉS

A un muchacho de Bronchales

de veinte años de edad,

le hicieron incorporarse

al Servicio Militar.


Como era de tierra adentro

no había visto nunca el mar,

y le tocó a la marina

mira que casualidad.


Él se presentó en Teruel

en la Caja Militar,

y lo mandaron a Cádiz

donde tenía que embarcar.


Le tocó hacer el servicio

en una vieja fragata

con oxidados cañones

y mas bollos que una lata.


Con otros cien mozos mas

de diferentes regiones,

los formaron en cubierta

para recibir instrucciones.


Después de una larga arenga

que tuvieron que aguantar,

le designaron el sitio

donde podían descansar.


Le dieron un camarote

con literas a los lados,

donde tenían que dormir

al menos cuatro soldados.


Esa noche durmió poco,

igual que los otros tres,

pues se la pasó pensando

en su pueblo de Teruel.


Y al ruido de las olas

metido en su camarote

soñó que en casa Perola

jugando estaba al guiñote.


Y sin que se lo esperara,

a las seis de la mañana,

le despertó la corneta

que tocaba la diana.


Tuvo que subir a cubierta

con los demás, a formar

y empezar de esta manera

su servicio militar.


El barco se puso en marcha,

se fue adentrando en la mar,

ya no se veía la tierra,

cielo y agua nada más.


Agua a proa, agua a popa,

agua a babor y estribor,

y arriba se veía el cielo

todo del mismo color.


Al principio le gustaba

aquella monotonía,

pero luego la fue odiando

cuando pasaban los días.


Se acordaba con nostalgia

de su pueblo de Aragón

y ya estaba al borde mismo

de coger una depresión.


El capitán se enteró

del estado del soldado,

y quiso saber la causa

por la que estaba amargado.


El soldado le contó

que le partía el corazón

el estar tan separado

de su pueblo de Aragón.


Le dijo que se acordaba

de Bronchales y su pinar,

y que tenía mucho miedo

porque le asustaba el mar.


Entonces el capitán

dijo, tienes que aprender,

aquí me tienes a mí

que también soy de Teruel.


Como somos paisanos

te ayudaré en lo que pueda,

y hasta que acabes la mili

como mi asistente quedas.


Y así terminó la mili

de una manera discreta,

era el dieciséis de agosto,

era el día de la “sopeta

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