La Pascua
LA PASCUA
Una bulliciosa alegría
que a todos nos pone en ascuas,
nos reúne a los amigos
para celebrar la Pascua.
Ese día se reúnen
multitud de paisanos,
que comparten la alegría
y otras cosas como hermanos.
Reuniones familiares,
y reuniones de amigos,
se congregan en el campo
ese solemne domingo.
Este es un lugar de encuentro,
donde se ven compañeros,
al cabo de mucho tiempo
que hace que no se vieron.
El bote del aguardiente
circula de mano en mano,
y alguno como le gusta
disfruta como un enano.
Después de unos cuantos tragos
se deja ya el aguardiente
y nos cambiamos al vino
y una tapitas calientes.
Las mujeres que han sacado
las tortillas de los cestos,
se las ofrecen a los hombres
que las aceptan contentos.
Luego, como a medio día
te llama algún compañero
que te ofrece como tapa
tortilla de gurumelos.
Y así entre ofrecimientos
en todas las direcciones,
va pasando la mañana
llena de satisfacciones.
Antiguamente jugábamos,
a juegos muy diferentes,
voy a ver si puedo contar
los que recuerda mi mente.
Estos juegos, que les tengo
una querida añoranza
como jugar a las prendas
o decir adivinanzas.
Ahora recuerdo de unos
que cantaban muy contentos
unos alegres amigos
recorriendo el campamento.
“Es redondo como un queso
y se ve de todos lados,
y el día que no lo vemos
decimos que está nublado”
(Dígame usted lo que es, si lo
sabe dígalo).
Ellos contentos seguían,
recitando sus cantares,
y muchachos y muchachas
jugaban a cortar pilares.
Si te tocaba perder,
jugando a esconder correa,
te daban unos correazos
que dolían que no veas.
También jugaban al fútbol
los hombres y los chiquillos,
y algunos se entretenían
contando algún chascarrillo.
Que alegría es recordar
esos entretenimientos,
nunca puedes olvidar
esos alegres momentos.
Se comían buenas tortillas,
y chorizos y bocadillos,
pero no podía faltar
el famoso picadillo.
Por donde quiera que fueras,
había familia reunidas,
que te ofrecían de corazón
que probaras su comida.
Prueba a ver que te parece
este estupendo chorizo,
y estas sabrosas croquetas
que mi niña anoche hizo.
Y así vas de sitio en sitio
y no dejas de picar,
y te pones hasta el gorro
a punto de reventar.
Hasta que algún familiar
o un compañero arrogante
te ofrece ese cafetito
que te sirve de sedante.
Cuando descansas un rato
y te encuentras como nuevo,
te ofrecen tomar café
con bollo de pringue y huevo.
Y tu dices que no puedes,
porque te encuentras ya ahito,
que se esperen y te lo den
cuando pase un buen ratito.
Cuando la tarde decae
es hora de regresar,
y en el pueblo, si se puede,
la fiesta continuar.
Porque pena te da
que se termine ya el día,
con lo bien que lo has pasado
en alegre compañía.
Con resignación se emprende
el regreso hacia el poblado,
y para el próximo año
quedas de nuevo emplazado.
Y a tus amigos le dices
que se cuiden, y que te esperen
para seguir disfrutando
la Pascua, el año que viene.
Comentarios
Publicar un comentario