Nobleza

Nobleza

Nobleza

Siento gran admiración
por ese noble minero
que está cantando un fandango
mientras perfora un barreno

Tiznado de mineral
con la cara ennegrecida
canta también sevillanas,
peteneras y alegrías

Así echa fuera del cuerpo,
penas , tristeza y fatigas
y puede continuar
luchando por esta vida

El sabe que para algo
vale su esfuerzo diario
aunque por ello le paguen
un miserable salario

Tiene esposa, tiene hijos,
tiene que continuar
con su agotador esfuerzo
arrancando mineral

Su esposa tiene que hacer
más números que un contable
para bien administrar
ese sueldo miserable

Los hijos ya van creciendo
y neceaitan más cosas
y poderlos atender
trae de cabeza a la esposa

Todo eso sabe el Minero
que en este trabajo duro
sigue cantando y pensando
como salir del apuro

Piensa que si le subieran
un poquito la contrata
sus hijos podrían vivir
de una manera más grata

Y cuando fueran mayores
no emigrarIan a otra parte
y trabajarían en la mina
como siempre hizo su padre

Comentarios

A TI, AMIGO LECTOR

Este pequeño trabajo literario que acabo de escribir a mis ochenta y tres años, es fruto de los recuerdos de mi niñez y juventud, que mantengo de mi querido pueblo: La Zarza. He pretendido narrar en sencillos versos lugares, edificios, sociedades y costumbres, que antes existían en nuestro recordado lugar de nacimiento. Es verdad que cuando nos hacemos viejos, fluyen más claramente los recuerdos, que falsamente creíamos olvidados. Por eso, aprovechando este momento de vulgar inspiración, he decidido imprimirlos, por si alguien quiere recordar leyendas, la vida de nuestro pueblo, con sus costumbres, fiestas, trabajos y carencias. No pretendo otra cosa con este trabajo, que mantener vivos esos recuerdos y que las nuevas generaciones de La Zarza sepan apreciar el mérito de sus mayores, que los han formado sacrificándose para que ellos tengan una vida mejor. Cuan distinta es la vida de entonces, a la vida de ahora ¿Verdad? Pero no crean, que entonces no teníamos momentos felices, pues nos divertíamos, con nuestros juegos de la infancia, muchos más bonitos, “creo yo”, que los que nos puede dar el ordenador o consola. En la juventud también éramos felices con nuestras fiestas, la Velada, el carnaval, los pirulitos, etc. Los mayores, a pesar de lo dura que era la vida, también eran felices, cuando conseguían abastecer a su prole con alimentos, calzado y ropa no lujosa, pero necesaria. Yo pienso, que generaciones anteriores a la mía, tuvieron que pasarlo peor, pues había más escasez de medios, trabajo más duro, y más dependencia de las Empresas explotadoras. No quiero, que estas sencillas palabras mías, sirvan para otra cosa, que para que no se olviden nunca las “cosas” de mi pueblo. Gracias, a los que me lean, y ojalá saquen algún provecho de esta pequeña y sencilla obra, escrita y guiada más con el corazón que con la cabeza. FRANCISCO PÁEZ Romero