MUERTO DE RISA



 MUERTO DE RISA

Les voy a contar una historia

si no tenéis mucha prisa;

es de un hombre que murió

desternillado de risa.


El otro día en la calle

a su hijo me encontré,

iba vestido de luto,

por eso le pregunté.


“¿Qué te pasa, Manolillo,

que de luto vas vestido?

algo grave debe ser,

cuéntame, ¿que ha sucedido?”.


Y me contestó el chaval:

“ya que estás interesado

te lo voy a contar todo

y así estarás enterado”.


Mi padre compró tres cabras,

hará como quince años,

y manteniendo a sus crías

llegó a formar un rebaño.


Harto de lidiar con ellas,

mi padre al fin decidió

quitárselas de encima,

y por eso las vendió.


El dinero que le dieron

en una hucha lo guardó,

y debajo de la cama

lo tenía en su habitación.


Un día que vino del campo,

me preguntó por mi madre,

yo le dije que había ido

a casa de su comadre.


Se metió en su habitación

para cambiarse de ropa,

y descubrió con horror

que la alcancía estaba rota.


Mi padre buscó a mi madre

y le dijo estas palabras:

‘¿qué has hecho con el dinero

que nos dieron por las cabras?’


Mi madre se puso roja

y le contestó en voz baja:

“he estado en el Corte Inglés

a ver que había de rebajas.


Me he comprado un abriguito

por dos mil euros de nada;

luego te lo enseñaré,

ya verás tu que monada”.


Mi padre se puso verde,

rojo, azul, luego amarillo,

lo mismo que un arco iris

pero con mucho más brillo.


‘¿Qué te has gastado el dinero

que yo ahorré en quince años,

tirándolo como aquel

que tira agua sucia al caño?’


Y mi madre erre que erre

seguía con la pachanga

queriéndole demostrar

que había cogido una ganga.


‘Dos mil ciento quince euros

tenía al abrigo marcado,

y me lo han dejado en dos mil,

fíjate si hemos ahorrado’.


Mi padre creía escuchar

sones y gritos de guerra

y por instantes pensaba

que le tragaba la tierra.


Y mi madre le decía:

"hay que ver como te pones,

tú siempre serás el mismo,

no te vienes a razones.


En ti también he pensado,

no sé porque te alborotas’.

y le enseñó la maldita

unos cordones de botas.


Mi padre no aguantó más,

se agitó, se descompuso,

le dio un ataque de risa,

y cayó patidifuso.


Esta historia que se olvida

en cuanto de oírla se deja,

aunque parezca mentira

también tiene moraleja.


No dejes que tu mujer

a las rebajas acuda

porque puede ser la causa

de que se quede viuda.

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