EL ABUELO



 EL ABUELO


Con zapatillas de paño

y con un batín marrón

camina muy lentamente

apoyado en su bastón.


Es un viejo patriarca

que una familia fundó

y ahora vive con sus hijos

porque su mujer murió.


Duerme en una habitación

de siete metros cuadrados,

un espacio reducido

al que no está acostumbrado.


Él en su casa dormía

en cama de uno cincuenta

y ahora tiene que dormir

en una cama de ochenta.


Otra cosa que ha cambiado

es la hora de comer,

pues antes comía a la una

y ahora, después de las tres.


La cena es otro que tal,

si los hijos cenan fuera

él se tiene que arreglar

con lo que haya en la nevera.


Los hijos no se dan cuenta

de lo que sufre su padre

y todo se lo atribuyen

a la muerte de su madre.


Y parte de esto es verdad,

pero ellos en ningún momento

han sabido mitigar

tan profundo sufrimiento.


Cuando al fin se dieron cuenta

de lo mucho que sufría,

quisieron de alguna forma

proporcionarle alegría.


Le llevaron de viaje y

le dieron otra habitación

con una cama más amplia

y con su televisor.


A pesar de estas mejoras

el padre no se animaba,

comía sin mucho apetito

y temprano se acostaba.


Pero un día por la mañana

el hijo se emocionó,

en la habitación del padre

sonaba el televisor.


Él se asomó con sigilo

y le vio muy sonriente

y en un principio creyó

que dormía plácidamente.


Pero el padre no dormía

porque había dispuesto Dios

que esa noche pasaría

a tener vida mejor.


Esa noche fue feliz,

soñó con su compañera,

y encendió el televisor

para que ella no se fuera.

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